
Boletín UJS-MST (Río Piedras), número 7, septiembre, 2012
El machismo, que coloca a la mujer en una posición de inferioridad frente al hombre, atraviesa todos los espacios porque se reproduce a través de las instituciones sociales que dictaminan cómo se debe vivir. La Universidad de Puerto Rico, como principal centro docente del país, no está exenta de esa realidad. Tiene una estructura jerárquica, autoritaria y sexista que impone una educación dirigida a perpetuar relaciones de poder desiguales.
Educación sexista
Según los datos del año académico 2009-2010 de la Oficina de Planificación Académica (OPA), de los 18,966 estudiantes de nuestro recinto, 12, 294 son mujeres. También se indica que la tasa de graduación de las mujeres es más alta que la de los hombres. Aunque, año tras año, son más las mujeres que entran a las universidades, en términos generales siguen enfrentándose a situaciones de violencia que frenan su desarrollo y terminan ocupando los puestos de menor remuneración económica. Al mismo tiempo, asumen todo el trabajo que conlleva mantener un hogar, trabajo que no recibe remuneración alguna.
La educación que se imparte en la UPR promueve el machismo ya que no contamos con una perspectiva de género integrada al currículo de enseñanza. De por sí, los campos del saber han sido dominados por los hombres. Si no se establecen medidas para alterar ese dominio, difícilmente las mujeres podrán tener medios para transformar su realidad. Para colmo, la administración dejó sin presupuesto al Programa de Estudios de la Mujer y el Género. Sus prioridades están claras. Necesitamos establecer las nuestras: una educación liberadora que nos brinde las herramientas para alcanzar la equidad entre hombres y mujeres. Por eso proponemos, como primer paso, que se establezca un curso de género medular en la Facultad de Estudios Generales. Insistimos en una educación que no sea sexista porque, entre otras cosas, no estamos en la disposición de tolerar que una mujer muera cada quince días a causa de la violencia machista.
Hipocresía sin límites
Por un lado perpetúan el machismo y por el otro dicen estar preocupados por las agresiones sexuales. La hipocresía de la administración universitaria no tiene límites. Han sido capaces de utilizar el preocupante caso de las agresiones sexuales en contra de estudiantes universitarias como una excusa para imponer el Plan de Seguridad que elaboraron con la única intención de carpetear y reprimir al estudiantado. Si realmente se preocuparan por el bienestar de las universitarias, no hubieran removido los portones del Recinto, a sabiendas de que iban a poner en riesgo la seguridad de la comunidad universitaria.
Como si fuera poco, la administración se vale de $300 mil que fueron otorgados bajo la ley Violence Against Women Act para implantar unas cámaras de seguridad que no tienen como objetivo velar por la integridad física de las universitarias, porque ya estipularon que serán utilizadas para alertar sobre cualquier tipo de violación a la reglamentación. Si tomamos en cuenta el clima político, es evidente que la administración pretende detener cualquier intento de lucha a través del Plan de Seguridad. No es casualidad que surja después de dos huelgas estudiantiles que manifestaron una resistencia ante el ataque a la educación pública universitaria. Para la administración, la lucha es la mayor de las prohibiciones y sólo quieren garantizar la seguridad de poder imponer sus políticas neoliberales. Hasta se han pronunciado en contra de la autodefensa siendo este mecanismo el que ha permitido que las estudiantes agredidas puedan escapar de una violación. Por lo tanto, su supuesta preocupación por las agresiones sexuales es una falacia.
Educación accesible para la mujer trabajadora
El problema no se limita a un asunto de hipocresía. En la práctica, la administración impone medidas que violentan los derechos de las personas que más necesitan la garantía de una educación accesible y de calidad. Con la imposición de la cuota de $800 anuales, por encima de los aumentos que ya existían, se expulsó a miles de estudiantes, hijos e hijas del pueblo pobre y trabajador, que no podían seguir pagando un costo tan alto. Para las madres trabajadoras es una tarea titánica estudiar en una universidad que no sólo encarece los costos de estudio, sino que se niega a ofrecer un centro de cuido de niños y niñas que pueda abarcar a todas esas mujeres que necesitan de ese servicio. Exigimos que se establezcan las medidas necesarias, incluyendo el cuido, para que la educación universitaria sea realmente accesible, prestando especial atención a las necesidades de las mujeres, considerando que están en desventaja social a causa del machismo.
Compromiso socialista con la equidad
Como socialistas, tenemos el compromiso de luchar por erradicar la explotación y la opresión. Desde esa perspectiva, no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras las mujeres sigan siendo concebidas como propiedad privada del hombre. Tampoco podemos tolerar que las mujeres sigan existiendo en función de otro y nunca en función de sí mismas; que sean maltratadas, desvalorizadas, subestimadas y maniatadas. Queremos una universidad distinta, que ayude a liberar en lugar de esclavizar. Y no vamos a ceder ante nuestro reclamo si lo que está en juego, a fin de cuentas, es nuestra vida.
Por eso exhortamos a levantarnos, como universitarios y universitarias, en defensa de una universidad pública, accesible y de calidad que imparta una educación liberadora. ¡Salgamos a luchar, con conciencia y determinación, por nuestro derecho a una vida justa!